Extraído de: Zielinski, T. 1987. Historia de la Civilización Antigua. Ediciones Aguilar S.A. España. pp 19.
Hasta
el presente momento no hemos hablado aún de la religión, y no porque
ésta no corresponda a ninguno de esos ideales, sino al contrario, porque
pertenece a los tres y porque todos ellos se encuentran reunidos en
ella.
La religión llena a las vez nuestra
representación, remueve nuestra sensibilidad, dirige nuestra voluntad.
Su objeto es la divinidad, en la que se confunden las concepciones de
verdad suprema, belleza y suprema bondad.
Toda religión de orden superior comprende tres partes; la dogmática, la narrativa y la ritual.
- La parte dogmática, como estudio de lo divino y del mundo
espiritual, pertenece al dominio de la ciencia que hemos llamado
metafísica (VI). Es la filosofía religiosa.
- La parte narrativa (en la religión de la antigüedad la llamamos
mitología) pertenece al dominio del arte, porque inspira a los poetas y a
los pintores y da nacimiento a la poesía, a la escultura y a la pintura
religiosa. Este aspecto es particularmente característico en la cultura
antigua: la revelación de la divinidad en la belleza es un rasgo propio
de la antigüedad.
- La parte ritual, enfin, es un factor importante, tanto en las
costumbres familiares y corporativas como en las costumbres del Estado;
por eso forma parte del dominio de las costumbres. Además, el ceremonial
de la religión antigua ha reunido en sí todas las artes (entre ellas la
orquéstica), puesta en contacto con este último dominio de la cultura.
De este modo, la religión, con las tres partes que la
componen, confina con los tres dominios de la cultura laica. Y allí
donde hay fronteras comunes hay también forzosamente extralimitación de
esas fronteras. La dirección de tales extralimitaciones caracteriza ese
desarrollo de las relaciones entre religión y la cultura laica.
Si
en el transcurso de un período dado observamos una difusión progresiva
de la religión en todos sus dominios de la civilización laica, este
período aparece como un período de sacralización1 de la civilización.
Por
el contrario, se observa una tendencia más y más marcada a excluir la
religión del dominio de la ciencia, del arte y de las costumbres y a
limitarla estrechamente a su papel de sentimiento religioso especial,
entonces hablamos de secularización de la civilización.
Conviene
recordar que en la historia de la civilización antigua que estudiamos
aquí, el primer período (aqueo) nos muestra la cultura en un estado de
relativa secularización; éste se prolonga en seguida en un período
(helénico) de rápida sacralización; éste se prolonga en seguida en un
período (ático) de lenta secularización, que persiste en la época
helenística y en la época de la República romana; a continuación viene
(con la época del Imperio) una nueva y decisiva sacralización, que llega
a su apogeo en la Edad Media. En esta alternativa de períodos de
sacralización y de secularización consiste la historia exterior de la
cultura religiosa.
Su historia
interior se reduce a una purificación y a un ahondamiento progresivo del
sentimiento religioso en sí mismo, y acaso expresado por esta fórmula:
"De los ídolos a los dioses, de los dioses a Dios, de Dios a la
divinidad." Esta es la conciencia individual donde esta evolución se
completa mejor, mientras que en el pueblo todos estos grados coexisten.
El
ateísmo está fuera de esta evolución y se encuentra igualmente en todos
los grados. Conviene distinguir el ateísmo aparente del ateísmo real.
El primero se refiere a la negación de cierto grado de la evolución
religiosa, en parte porque el espíritu del que niega aspira a un ideal
más elevado; por eso los primeros cristianos parecían ateos a los ojos
de las masa paganas que los rodeaban (ateísmo relativo). También puede
referirse a un estado tal de espíritu, que el ideal religioso quede
simplemente reducido a segundo término por otros ideales que nos
conmueven más en ciertos momentos de desarrollo (ateísmo biológico). El
ateísmo real, por el contrario, es la atrofia del sentimiento religioso,
así como la ceguedad orgánica es la atrofia del nervio visual. Pero no
hay que creer que el ateísmo real pueda ser resultado del desarrollo
científico; el ideal religioso, así como los tres primeros ideales,
pertenece a los elementos primordiales del mundo objetivo.
Es
preciso distinguir el ateísmo (que no admite la existencia de Dios) del
antideísmo, es decir, de la actividad hostil hacia la divinidad,
actitud adoptada después de algunos fracasos de la vida, decepciones,
etc. Lo mismo que el ateísmo, ese sentimiento no se encuentra sino en
individuos aislados, nunca en las masas.
La
importancia de la religión como factor de la vida cultural de los
pueblos antiguos puede ser probada por la ciencia: a eso se debe que la
mostremos en nuestro estudio. Por el contrario, la apreciación del ideal
religioso es asunto propio de cada individuo. Se refiere a la formación
de la concepción del Universo, asunto obligado para todo hombre que
piensa, y del cual hemos hablado antes (VIII).
1 El
autor ha pedido a los traductores que empleen el neologismo
sacralización, porque le parece más evocador que la palabra
teocratización.
Nota: Tadeusz Stefan Zielinski (polaco: Tadeusz Zieliński); Faddéi
Frántsevich Zielinski en ruso Фадде́й Фра́нцевич Зели́нский
(Skrzypczyńce, Ucrania, 14 de septiembre de 1859 – Schöndorf, Baviera, 8
de mayo de 1944) fue un historiador, filólogo y traductor al ruso de
varios autores clásicos, como Sófocles y Eurípides.
Autor de obras en polaco, ruso y alemán sobre la antigüedad clásica,
el arte, cultura y religión de la Grecia antigua; los autores latinos; y
la popularización de los estudios clásicos, que han sido publicadas
ampliamente y traducidas a varios idiomas.
Fue profesor de
la Universidad de San Petersburgo (1890–1922) y de la Universidad de
Varsovia (1922–1939). Doctor honoris causa de la Universidad Jagellónica
de Cracovia (1930) y de otras doce universidades europeas.
Al castellano fue traducida su Historia de la Civilización Antigua.